sábado, 22 de abril de 2017

Women in my family

The women in my family,
Las mujeres de mi familia
short, tall, old and young,
chaparritas, altas, viejas y jovencitas,
all have one thing in common:
tenemos algo en común:
Half an inch underneath our skin,
Un par de centímetros bajo la piel,
slightly left from the meeting point of our breasts,
poquito a la izquierda del pecho,
we harbor an everlasting flame.
guardamos un fuego que no se apaga.

We were given, from our birth,
Nos fue dado, al nacer,
a small hearth within our chests,
un pequeño hogar para guardarlo en nuestro pecho,
with instructions detailing
y las instrucciones precisas 
when to add firewood
para agregar madera
when to blow
por nuestro bien y el de los nuestros.
and when to simply sit by the fireplace and rest.

Mother to daughther,
we pass down our flame.

A flame no wound can extinguish
A flame no disdain can douse
A flame no sorrow can dampen

The women in my family
(my mom, my grandma, my aunts and I)
have all been hurt.

We have all cried salty rivers down our chests
felt the empty disdain of a lover's eyes
Had a friend stab us in the back.

And still

We don't crumble. We don't grow hollow.

The women in my family
(my mom, my grandma, my aunts and I)
On the hour of our birth
Were given a heart fit for embers
An ever warm, pain consuming, hearth.

martes, 28 de febrero de 2017

Rodrigo

Here's to beauty.
Here's to joy.
Here's to light.
Here's to minutes that felt like ages. Hours that would end in a minute.
Here's to sweet and simple and light and easy love.

¡Qué bello fue! Pero quedarnos más tiempo en este limbo era casi garantía de que veríamos al jardín marchitarse y morir.

Mejor alejarnos ahora.

Here's to beauty. Here's to light. Here's to God pulling people together and then pulling them appart.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Al final del día...

Tiene 94 años, y la semana pasada se escapó de su casa y se perdió... tres veces.

Sentado frente a mi escritorio, sombrero campesino en la cabeza, manos morenas, arrugadas y fuertes, espera.

Su hija pelea, grita, se enoja, discute, dice groserías. Está enojada y frustrada y cansada de las responsabilidades que le han tocado.

De pronto, él me mira. Y me mira en serio. Una de esas miradas en las que no hay duda que la otra persona de verdad, de verdad, está mirándote.

Y así, sosteniendo la mirada, ignorando a su hija, empieza a contarme de su pueblo en Guanajuato. "Mi padre me dijo que nací el 22 de marzo de 1922..."

Tiene 94 años, ha perdido casi toda la memoria, pero recuerda bien cinco cosas: a su padre, a su pueblo, dos poemas, y la danza de "El Loco" con la que conoció a su esposa.