martes, 29 de junio de 2021

Cartas

Dos cartas: A mi madre interna, y a mi hija interna.


 A la madre


Que te escriba, me dijeron.

Hoy fuiste un plato de yogurt con fruta y la mano que me ayudó a levantarme de la cama antes de mediodía. Fuiste el dedo que pulsó "play" en el video de ejercicios y los dos litros de agua en mi jarrita naranja. Fuiste la esponja tibia y perfumada en la regadera, y quien arrimó la silla al escritorio para invitarme (ya, por favor, urgentemente) a trabajar.

Pero también fuiste el reproche por la estufa sucia, y la duda detrás de las opiniones que teclee en las tarjetas informativas. Fuiste la crítica por el atuendo sin combinar y el impulso para encerrarme en mi cuarto cuando escuché voces fuera y no me había bañado aún. 

En este proceso de maternarme a mí misma, pareciera que ya tengo más o menos dominado el autocuidado físico, pero sigo sin saber bien cómo alimentar a la herida que sangra... Madre, la bibliotecaria opina que deberíamos contarle los cuentos de la mujer que corre con lobos a nuestra niña piedra. Que el alimento que necesita no es de este mundo, sino del de las emociones. De dónde, madre, sacamos corazón/maná, cuando nuestro corazón se hizo piedra?


A la hija


Pequeña, 

Sigues aquí, hecha piedra. Vengo de hablar con la madre y de decirle que no vas a moverte con agua, comida, o un baño tibio. Que la florecita que sembró mi novia frente a ti da esperanza, pero no basta. Que tenemos que alimentarte el alma, pero pareciera que seguimos sin saber cómo maternar el caos de emociones que te congeló en este revoltijo de hueso y piedra.

Aquí seguimos todas, corazón: el espectacular de cartón, la madre, la bibliotecaria y yo, tu mensajera/holograma. Aquí seguimos, queriendo y temiendo despertarte. 

La bibliotecaria ha estado leyendo un libro de cuentos donde cuentan la historia de una mujer salvaje que corre con lobos. Ya lo hablamos entre todas y creemos que tú, pequeña, estás destinada a correr como ella. 

Los cuentos dicen que tenemos que reunirnos a tu alrededor y desenredar tus huesos. Que debemos encontrar una canción y cantar mientras los reacomodamos y les damos vida. Dicen que debemos mirarte. Mirarte en serio. 

El espectacular nos consiguió algo de estabilidad, la madre está lista para alimentarte, y yo nos he traído una psicóloga y un puñado de buenas amigas. Ya sólo nos falta juntar el valor para mirarte. Un día, cuando tengamos más fuerza, elegiremos un par de versos y unas cuantas notas, y nos dedicaremos a rearmarte. 

Pequeña, corazón chiquito, abre los ojos. Hemos estado construyendo algo bello y bueno. Corazoncito, ya es tiempo. Abre los ojos, toma tu calavera hecha de fuego, y guíanos hacia un lugar nuevo.