jueves, 21 de octubre de 2010

Moriré



Porque en algún momento (o en muchos momentos), a todos nos ha tocado pensar un poco en el camino que nos falta por recorrer e, inevitablemente, en el final de éste.
______________________________


Un guajolote muerto se balancea en mi mano.
Yo no lo maté, aunque quizá si hubiera sido mi mano la que desgarrara su cuerpo, y mis dedos quienes le desplumaran, me sentiría mejor.

Camino.
Él y yo tenemos un destino. La diferencia es que yo sé que sus 4 kilos irán rebotando de arriba a abajo, al compás de mis pasos hasta el otro extremo del pasillo, para después ser escondidos de la mirada del vecino, mientras que ni él, ni yo, ni nada sabe exactamente de, a dónde, para y porqué camino.

En un solo movimiento fuerte y fluido lo lanzo sobre la reja y lo escucho aterrizar sobre la tierra, con ese ruido sordo que a un tiempo da risa y aterra.

Ya pondremos mañana algunas frías monedas en una palma extraña para saldar la muerte prematura (y consiguiente descomposición) del guajolote. En mi caso ¿Quién y cuándo habrá de reclamar mi muerte?