jueves, 15 de diciembre de 2011

A tres pasos... (continuación)


La continuación de "A tres pasos"

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Un paso
Si estirara la mano, mis dedos se bañarían de su olor. ¡Dichoso el aire frío de la noche que, al contacto con su piel, se llena de calor!
Ella me ve con esos ojos inmensos, cristalinos. La pregunta sigue ahí... Y también el reto.

Dos pasos
Los labios seductores, temblorosos... en la garganta se le han atorado las palabras.
Yo le pido, con el índice sobre los míos, que no haga ruido. Le pido que guarde en el silencio su sorpresa, que me deje llegar a ella y adivinar en un beso lo que ahora calla.
En un movimiento lento, infinitamente lento, gira por completo. La curva de su espalda era sólo el preludio de un torso bellísimo.
Yo me quedo perplejo. ¿Quién podría salir airoso del hechizo de su ombligo pequeño y secreto? ¿Quién del encanto de la luna brillando, juguetona, en su pecho? ¿Quién de la delicadeza del rizo de su pelo besando su hombro derecho?

Ella sonríe. Ha ganado el duelo.
Camina de pronto con rapidez, altiva. Pasa a mi lado y yo sigo quieto.
Toma una bata, se cubre, y se pierde en la oscuridad de la habitación.

Tres pasos.
Pero ella se ha ido ya.

...es así, y así será siempre. Yo soy sólo el espectador que mira de lejos, sólo el fotógrafo que captura una imagen que nadie más verá...

sábado, 26 de noviembre de 2011

"Free" soul

She fell in love, got hurt, and promised never to fall in love again.
How many men will she hurt before bleeding to death?
Annie smiles wide, makes a pose, nearly kisses a man, and then runs away into someone else’s arms... In her eye, that mischievous wink that sends shivers down my spine.
I’d seen her before I’d even met her. She’s a sad and fascinating image to see: A broken princess, a perverse doll, a little ball of energy that is now afraid (and impossible) to be held. Her story can be read anywhere, because it’s repeated itself way too much.
Oh my dear girl, who harmed a soul as sweet as yours? Who dared destroy the beauty you held inside?
It’s a shame, a pity… a wonderful pity. You run now, in every direction, like a free soul. It definitely is something worth seeing!
Your cage is inside yourself.
You're intoxicating, elusive, amazing...
You’re lovely; lovely and sadly mended.
How long will it take for your wounds to open again?

lunes, 5 de septiembre de 2011



Fin del blog


Tres días de depresión

Estoy rota. Estoy quebrada. Era muy débil, me lo dijeron, no lo escuché y ahora me he roto.
Escribo y lloro.
Ya no existo
No soy, no sé quién soy.
Mis alas eran naranjas, porque naranja es la gente. Mis alas eran la gente. Me he quedado sin gente y he muerto.
Nunca tuve identidad. Siempre fui los otros. Siempre.
Los otros me moldearon, me dieron forma y vida, y me levantaron, y me sostuvieron, y me empujaron y me lanzaron.
Yo nada fui, nada soy.
Me he quebrado y cada segundo, cada letra que escribo, me quiebra un poco más.
Si no soy feliz ¿quién soy?
Si no soy con ellos ¿quién soy?
Si no brillo...
Yo no brillaba. Nunca brillé. Fui espejo y reflejaba. No tengo ya más que reflejar.
Ahora estoy sola
Sola
Sola
Sola
Y me encuentro con que no soy, ni estoy, ni fui, ni estuve, ni existo.

Me he roto.
Golpéame si quieres.. quizá así vuelva a unirme.
Dime, anda dime, dime que me equivoqué
Dime que he traicionado a todos
Dime que me traicioné a mí
(aunque no se puede traicionar a lo que nunca fue)
Dime, pero dime algo, lo que sea. Quizá así exista de nuevo.

...Toma mi cabeza, córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este dolor
Entre los escombros de mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio mi voz sobreviviente, llama...

Que venga ahora la niña de 14 a decirme que la vida es bella.



No estoy deprimida. Estoy distraída.
Y así me condeno a sucumbir ante mi peor miedo.

viernes, 17 de junio de 2011

El hombre del viento...

Yo conozco a un hombre que pareciera el señor del aire... Delgado, ligero, como una sola y clara pincelada sobre el azul lienzo del intelecto.

Le conozco porque le veo a veces, al fondo de las aulas y los corredores, inmerso en titánicas batallas que nadie más puede ver. Le conozco porque sus manos blancas y largas me han revelado una energía muy suya que viene de no sé bien dónde. Sus manos... que son como alas enloquecidas de mil aves blancas revoloteando ante un nuevo descubrimiento. Se agitan a su alrededor mientras habla; suben, y bajan, y se cierran y se abren, acompañando cada palabra. Y es que para él, cada conversación es buscar palabras para encontrar universos.

Yo conozco a un hombre que pareciera el señor del aire... Delgado, ligero, como una sola y clara pincelada sobre el azul del intelecto.

Pero firme, casi inflexible. Testarudo y terco, con esa obstinación de los que han pensado mucho y se intuyen un poco más cerca de la verdad. Yo le he visto cuando le contradicen y sus ojos se encienden con el repentino rayo del sol en un espejo. Y entonces se desata, momentáneamente, un vendaval que aterra y fascina a quien le mira.
Lo conozco testarudo y terco, pero, contrario a las duras rocas, lo conozco como al viento; su fuerza dura apenas un terrible instante. Después se va, para dar paso a una grave y solemne conversación, que suele acabar con las dos mentes más claras, más nobles, más grandes.

Yo conozco a un hombre que pareciera el señor del aire... Delgado, ligero, como una sola y clara pincelada sobre el azul del intelecto.
Y libre... Inmensamente libre. Libre como el que sabe que su única limitación es el tiempo. Libre porque sabe que no hay más atmósfera que le guarde prisionero que la de todos los que somos mortales.
Yo lo conozco, y sonrío siempre que lo veo, y sonrío cuando me habla y yo intento llenarme un poco con todo lo que él ha descubierto, y sonrío cuando el tiempo le llama lejos, y se levanta y me da la espalda, y sonrío también cuando le despido y le pido que no me hable de nuevo... Y sonrío ahora, que me doy cuenta de que se han mezclado ya mis letras y sus palabras.

Yo conozco a un hombre que pareciera el señor del aire...
Una pincelada en la azul esperanza de quien aún tiene fe en el intelecto.

lunes, 16 de mayo de 2011

Granizo

La tarde en que te fuiste Carmela, granizó. Yo tenía la ventana abierta porque llovía, y el olor a lluvia siempre me sabe a ti. Ese día comí arroz pasado de sal, y más húmedo que de costumbre. La señora del mercado (esa que tanto te hacía enojar cuando me sonreía a mí y no a ti) miró mis ojos rojos y me sirvió sin hablar siquiera. Comí solo, pagué la cuenta (sin guiñarle el ojo, porque no estabas tú para que eso te enfadara) y mis pies me arrastraron a casa.
No te extrañaba, no te extrañé, no me hacías falta...
Ese día, como todos los días desde hacía ya Dios sabe cuántos años, me senté frente a la tele con una taza de café en la mano. Di el primer sorbo de aire (verás, jamás aprendí a usar tu cafetera italiana) y me dispuse a soportar con paciencia la hora y media que duraba tu estúpido programa.
De pronto, el aire me olió a lluvia y supe que, tras la sequía, el cielo volvería a llover vida. Sin apresurarme, abrí la ventana, saqué mi rostro y dejé que tus besos (alguna vez me dijiste que el cielo me besaba) mojaran mi cara.
La tarde en que te fuiste Carmela, granizó.
Estábamos secos de rutina, sedientos de vida...
Esa tarde Carmela, se nos heló el amor.

domingo, 15 de mayo de 2011

Lluvia...


Y entonces quedará sólo el leve aroma de tus brazos fundidos con mi cintura.

Nos amamos como lluvia, que todo lo inunda y transforma. Nos bebimos los besos, nos bañamos de amor.
Vendrán después los tiempos de sequía, y de la humedad de esa alegría no quedará más que el efímero aroma...

...hasta el instante en el que, sin más aviso que el del olfato, volvamos a llover.

sábado, 30 de abril de 2011

Hoy



El tiempo se detuvo...
Yo bebía de tus ojos, y tú de mi corazón.
En ese instante, respirando del mismo aire, renacimos.


lunes, 14 de marzo de 2011

Sangre




Cuando la luna descubrió la sangre, las sombras ya habían ocultado al asesino...
Carlos Alvarado Ugalde


Esta historia empieza como toda historia de amor. Éramos los dos jóvenes: ella misteriosa y suave, y yo poeta loco, tonto y enamorado.

De noche y a la luz de la luna bordaba en versos la añoranza de sus besos. ¿Que si la amaba? ¡Habría muerto por ella! Y ella... Ella juraba amarme. ¿Qué historia ha habido más bella que la que empezó en una caricia de sus labios de ángel? ¿Qué cuento más ridículamente tierno que el que mis manos tejían con su aliento?

¡Ah! ¡Cómo adoraba ella mis brazos de hombre! ¡Cómo juraba que en su mente estaba sólo mi nombre!

Y luego.. Luego no sé bien qué pasó.
Una noche llegó ella a mi puerta, vestida de blanco y sobre un blanco caballo. ¡Qué terriblemente bella se veía esa noche! Las estrellas y la angustia brillaban en el carbón de sus ojos, sus mejillas morenas ardían de esfuerzo, y sus labios entreabiertos...

Esa noche sus labios pronunciaron las palabras fatales. En una frase llenó de helado viento mi pecho y paralizó mi razón.

Que se iba, que no volvería a verme, que la olvidara y siguiera viviendo...

Así como llegó, se fue. Jaló las riendas y el caballo giró con ella sobre el lomo.

Yo no la seguí... Me quedé clavado en el piso, parado bajo un cielo que, de repente, se había quedado sin luna... La oscuridad me cubrió como único abrigo, me envolvió y me llenó, así como lo había hecho el frío.

Pasé semanas quemando mis versos, buscando en el fuego el calor que se había ido junto con ella a lomos del caballo.

Ayer hizo un mes de esto.
Fui a su casa armado con un cuchillo de plata. Sus ojos se abrieron redondos al verme al lado de la cama. Los de él, los de su esposo, me miraban con miedo, con odio, con desprecio.. ¡Ah! ¡Si supiera él lo que yo leí en las pupilas de su mujer!

Clavé el metal sobre el encaje de su bata, porque quería ver si por dentro ella también estaba helada. De la herida brotó una cascada de cálidos rubíes que se filtraban entre mis dedos, como agua tibia en las manos del sediento. La sangre empapaba de calor y traición su camisón y mis mangas. Por un instante me sentí vivo de nuevo, y después huí, me escondí en una vieja casa en la montaña.
Entonces, un rayo plateado iluminó el piso cerca de la ventana... Podría haberme entregado a la luna en ese instante, pero las sombras, una vez más, me rodeaban y protegían de su mirada.

jueves, 3 de febrero de 2011

Golpeando...



El saco rojo y lleno de aserrín cuelga del techo de mi recámara. Se mece inocente, sabiéndose más amigo mío que víctima o contrincante.
Su superficie me ofrece (como si fuera hombro o pañuelo suave) consuelo y apoyo para mis penas temporales.

La música está a todo volumen. La puerta, cerrada y mi madre en una habitación lejana (porque, como sabrán, todo esto a mi madre le inquieta y desagrada)
Tiro el primer golpe con suavidad, como saludando a mi cómplice en la fragilidad.
(¡Soy tan débil! Son cosas muy simples las que me preocupan y tensionan)

El segundo va fuerte. Sé que pronto estaré bien.

Cuando mi puño toca la lona, siento una oleada de alegría y de emoción que, por un momento, me libera de la tensión que me aprisiona todo el tiempo.
Entre latido y latido, el dolor de la espalda disminuye hasta trocarse por una sensación de ligereza, energía y fuerza.
Hay un placer inexplicable en el sonido de la sangre martilleando en mis tímpanos. El ritmo de mis pies brincando, preparando al resto del cuerpo para el siguiente ataque, es regular y tranquilizante.
A los 10 minutos mis brazos ya protestan, pero me rehuso a descansar;
ya siento lágrimas bajo los párpados (síntesis de dolor, alivio, orgullo y salvaje alegría)

Al tiempo que la primera de ellas cae para regar la madera del suelo, me obligo a golpear desde el hombro. Cae la segunda y el golpe va con la fuerza de mi torso completo. Finalmente, ante la cálida cascada que nubla mi vista, golpeo con todo lo que soy, con todo lo que pienso, con todo lo que siento... Con cada fibra de mi corazón, mente y cuerpo.
En el último golpe una sensación de tranquilidad recorre el camino desde mi puño hasta mi intelecto.
Me quito los guantes y hago un recuento de los daños:
Un moretón y algunos rasguños.

Recuerdos, justo precio por una tranquilidad que sentía se me escurría entre los dedos.


Golpear es una delicia...
En una fracción de segundo trueco estrés por alegría.

jueves, 27 de enero de 2011

Palabras

Las palabras suelen tener para mí más significados que los que aparentan. Me maravilla que una sola de ellas pueda decir una multitud de cosas diferentes al mismo tiempo. Es por esto que cuando en la pantallita de mi celular ("celular", como "célula" ¿Será acaso que a cada uno de nosotros se nos ha dado un trocito de un órgano tan grande que escapa a nuestra comprensión?) aparecen dos palabras diciendo "Te quiero" me imagino a veces (aunque bien sepa que esa no es exactamente la idea) como un juguete en el estante de cualquier tienda, que se enfrenta a la cara roja y berrinchuda de una niña pequeña.

Me pasa también de vez en vez que un "te extraño" me sepa a un "ya no te conozco", y entonces prefiero el "me haces falta" de la lengua franca, o que "funcionar" me lleve irremisiblemente a la imagen de Chaplin entre dos engranes, y busque (sin éxito) algo mejor para decir que me alegra que todo vaya bien...

Así, entre conversaciones serias y charlas amenas, me paso la vida, jugando a cambiarle de vez en cuando el sentido a las palabras, para probarlas en el mismo contexto.

Sin embargo, en este juego mío hay algunas palabras sólidas, tajantes, terribles, con las que mi mente se pone seria e interpreta normalmente en su más profunda intención: "Siempre", "Nunca", "Te amo", "Soy tuya"...

Ante ellas me encuentro luchando, antes de pronunciarlas o escribirlas, para asegurarme de que la razón haya aprobado ya las ideas... ¡Ilusa! Debería saber a estas alturas que el corazón no sabe esperar tanto, y (usualmente para mi fortuna) habla lo que la razón querría mantener callado :)

domingo, 16 de enero de 2011

10 de enero

Tras escuchar del asesinato de jóvenes en mi país...

"Hoy es cumpleaños de Laura, hoy es cumpleaños de Laura"
Repito esa frase en mi cabeza una y otra vez,como único consuelo y defensa ante un día que se pinta de rojo y negro...

"Hoy es cumpleaños de Laura..."
Y aprieto los dientes, y quiero taparme los oídos y volverme niña de nuevo para ya no escuchar.
Ya ha sido suficiente...
Pero en la radio siguen bombardeándome con cifras y descripciones.

"Hoy es cumpleaños de..."

No hay remedio...
Ni siquiera ese escudo (esa imagen de esperanza que por un momento me devuelve la fe en la humanidad) me salva de hacer mío el dolor de tantos.

Bajo mis párpados siento el cálido aviso de la impotencia, del enojo y del miedo.
Llanto...

"Un hombre muere en mí siempre que un hombre muere en cualquier lugar,
asesinado por el miedo y la prisa de otros hombres..."
Jaime Torres Bodet

miércoles, 12 de enero de 2011

Tobao


Juega al basquetbol. Es bueno, se nota en sus movimientos.
El clima de la costa se le coló por los sentidos, y mientras juega se le sale por cada poro de la piel.
Toma el balón y corre (¿Corre? ¡Baila!)
Logra llevar la pelota hasta la canasta y, sin embargo, no tira a encestar.

Cuando se ha vivido de verdad se comprende que la victoria no es anotar, sino conseguir el mejor juego posible. Por eso, apenas consigue el balón, lo manda al chico delgado y alto del otro lado.

Entre pases y canastas, él ríe con esa risa que retumba y se desborda hasta hacer reír a todos los corazones. Entonces ella, a la que ama, corre y lo abraza.

La pareja es extraña y perfecta: Él, alto, moreno... Un roble fuerte que de joven bebió sol hasta el cansancio.
Ella es pequeñita, de piel clara y castaños rizados. Parece muñequita de pequeñas manos.

Y los dos se aman.
La risa de ella lo alegra a él , y la de él la hace sentir en casa.

Y ambos, con ese amor y esa vida que no se puede poner en palabras, alegraron sin notarlo, un hogar que, hasta entonces, poco a poco, se apagaba.

A mis tíos, a los que extrañé desde el instante en que se fueron...