¿Dónde se pone este dolor? ¿Cómo guardarlo? Transformarlo
exige una alquimia que nadie me enseñó.
¿Cómo extraer el veneno cuando es también
elixir? ¿Cómo arrancarlo del cuerpo cuando más que tumor es hueco? Y, si es
hueco, ¿cómo sembrar, si todas las semillas se pudren después de un par de
semanas?
Ya ni siquiera sé qué duele. Ya olvidé cuándo
empezó. No sé distinguir entre causa, consecuencia y circunstancia.
¿Dónde poner el dolor? Lo puse en mis riñones,
con testarudez, y acabaron por ceder en sangre ¿En el corazón? ¿Qué pliegue
bastará para cubrirlo y ahogarlo? ¿En la voz? Canto cada noche y apenas lo
mantengo a raya. ¿En los pies? Catorce mil pasos después, sigue
clavado a mi pecho, aferrado con sus uñas largas, bebiendo de mis senos como
bebé endemoniado.
Hoy lo pasé a mis dedos, y de mis dedos al teclado de mi computadora. Es remedio temporal: puedo mirarlo en blanco y negro, parpadeando frente a mis ojos, pero apenas cierre el documento, volverá a pegarse como sanguijuela a mi esferita de luz vital.
¿Dónde carajos se pone este dolor?