viernes, 5 de julio de 2019

Deshacerse en arte


A los artistas debería concedérseles una muerte distinta: En lugar de un último segundo frente a las luces de un automóvil a toda velocidad, o el último estertor de muerte en una cama de hospital, debería concedérseles morir deshaciéndose en arte.

Todas las personas a las que aman y que les amaron reunidas, un escenario bien iluminado y, al centro, el artista cantando, deshaciéndose en notas. Regalándose a los que están presentes (a los que sí estuvieron, porque muchas veces olvidamos estar ahí, o estamos con prisas). Desapareciendo lentamente frente a los ojos de quienes lo quieren, y quedándose hecho canción dentro de quienes escucharon.

¡Qué coraje! ¡Qué tristeza! ¿Por qué permitir que tanta belleza, tanta luz, acabe en un instante oscuro?

Pensándolo bien, quizá sí es así como mueren los artistas. Sólo que es más lento. Menos obvio. Quizá nacen plenos de arte y de muerte, y se van regalando al mundo. El mundo a veces no les escucha.

Ayer fui a la misa de un artista. Un hombre mágico, dijo su padre. Yo no lo conocí. No estuve ahí cuando cantó en Plaza Roja. Pero me parece haberlo escuchado: su canción resuena, sin lugar a dudas, en los corazones de quienes le amaron.

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